– Por Creer en ti… y en mí
«Debo admitir que me gusta mucho cambiar canales en la tv. A veces cambio hasta encontrar algo que me gusta y a veces lo hago para saber lo que hay sin la intención de quedarme mucho tiempo. Mientras cambiaba canales hace poco, me encontré con un partido de tenis y como estelar estaba el manacorí que todo el mundo conoce. Si bien lo he visto jugar antes y no solamente en partidos finales, esta vez mi intención no era quedarme a ver todo el juego; sin embargo, me entretuve un rato porque lo primero que me llamó la atención es que se jugaba en Cancún y lo segundo es lo que pretendo escribir ahora.
Me incomoda mucho que en el fútbol y en el tenis hayan niños que hacen de “acompañantes”, “ayudantes”, “asistentes” o como se llamen. Resulta que si es fútbol, los niños van de la mano de quien muy fácilmente es su ídolo infantil y no es nada raro que ese “ídolo” no tenga la gentileza siquiera de mirarlo y muchísimo menos de hablarle y/o sonreírle, al menos. En el tenis es igual, sin embargo, hay un elemento adicional, en el tenis los niños les alcanzan las toallas (antes de la pandemia) y les pasan las pelotas o bolas y ni un “gracias” y nuevamente tampoco ni sonrisa ni mirada. Solamente los campeones, cuando ya todo se ha consumado y están casi obligados a usar el micrófono en la cancha, agradecen a todos y entre ellos a los “pasapelotas”, porque son parte de la lista, pero ni el vice campeón y menos los eliminados han siquiera gradecido públicamente la asistencia de niños o jóvenes que están ahí mismo, en la cancha, ganando ni una pizca comparada con lo que se lleva el último jugador del campeonato, ni pensar en lo que se lleva el campeón.
Entonces, ¿qué pasó en la tele? Los ojos de las chicas que le pasaban la toalla y las pelotas a RN (no necesita más publicidad), estaban clavadas en su rostro y no obtenían nada a cambio. Entiendo muy bien que la concentración, que la clasificación, que ganar a todas, que el premio en efectivo, que todo su entrenamiento, etc., pero… ¿una mirada? ¿Es mucho pedir? Pues sí, es demasiado pedir. El ser humano deja de ser humano para convertirse en un máquina competitiva que tiene el derecho de olvidarse de todos los demás seres humanos a quienes no les debe nada aunque se le olvida que esos seres humanos pagan taquilla de la cual salen los premios, ¿y los ayudantes?, pues seguramente ya tienen suficiente con su salario, paga, bonificación, premio o lo que sea que les dan los organizadores del campeonato en retribución por sus servicios; entonces, ante las cámaras de televisión, solo están los dos (o cuatro) jugadores que hacen que esas cámaras se fijen en lo blanco de sus uniformes o los detallitos que los acompañan: numerosas raquetas, camiseta a tono con el pantalon, las medias, las zapatillas o las muñequeras, los bocaditos (jamás un buen bocado) que le dan al plátano, la barrita de granola, el agua mineral francesa y hasta la posición de la botella de agua de frente a la cancha con la etiqueta delante de una cámara que lo sigue hasta en su intimidad (que está pagada por sus auspiciadores, obviamente). Hasta aquí las cosas “inofensivas” porque otros jugadores tienen “detalles” vergonzosos como gritar palabras soeces, romper la raqueta, enfrentar al referí y hasta amenazarlo, etc.
Me quedo con las miradas de las chicas que ayudaban ese día en la cancha. Eran osadas. En otras canchas los asistentes o ayudantes, no se atreven a mirar a los ojos de los jugadores, son también como máquinas que hacen un paneo del jugador y detectan un gesto muy sutil para pasar una pelota o dos o tres, para pasar la toalla, para cambiar la toalla, etc. Las chicas de Cancún se atrevían a mirar el rostro del jugador, esperando algo que no puedo afirmar lo que era pero creo demandaban mínimamente una señal de “contacto” entre seres humanos.
La verdad es que ya he usado la palabra clave que resuelva este desencuentro entre seres humanos: máquina. No se puede argumentar que falta dinero en esos campeonatos de circuito para que de una vez por todas se pongan máquinas dispensadoras de toallas y de pelotas, es fácil. De esa manera, entre máquinas se entenderán (máquina jugador y máquina ayudante). Ah, y si la pelota queda en medio de la cancha, una máquina aspiradora la puede recoger (en cancha de polvo de ladrillo se debe inventar alguna otra cosa).
Aunque no parezca, por lo que acabo de escribir basado en la simple observación, me gusta el tenis y otros deportes, pero me gustan más las relaciones sanas entre seres humanos.»
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